martes, 6 de diciembre de 2016

Y, sí

Es porque soy un romántico. Pero no un romántico como se describe normalmente, no soy el que compra rosas y le canta a la mujer amada debajo de su ventana, de hecho detesto ese tipo de expresiones públicas de amor, me parecen totalmente innecesarias, una pose de los que necesitan que todo el mundo sepa que econtraron el amor. Si lo pienso mejor es hasta presumido; embarrarle al otro en la cara tus sentimientos cuando hay gente que no tiene a quien querer o que quiere y no es querido.

Pero volviendo a lo anterior, sí, soy un romántico porque aún creo en utopías, en imposibles, en finales felices para mí, en que al final hay recompensa. Pero también porque el resto del tiempo me resigno a la soledad y me hundo en depresiones profundas, continuas y prolongadas.

No lo elegí, no sé si fueron las películas que vi mientras crecía, las canciones que escucho, la gente con la que ando o qué, tal vez sí, solo digo que no fue que un día estudiando corrientes literarias decidí que iba a serlo.

La amo y la odio. La quiero y no la tengo, pero igual la espero. No la conozco y me cago de miedo de perderla. La saqué de mi vida y ahora la quiero de vuelta porque así soy de egoísta y así soy de estúpido y concha su madre por qué chucha las cosas no salen como yo quiero que salgan, aunque si espero un poco más tal vez todo empiece a calzar en su lugar y la suerte me favorece y a la mierda los demás porque la única felicidad que realmente importa es la mía. Pero luego también importan mis amigos y también importa mi familia y entonces cuál felicidad es más importante, qué me hace creer que yo soy importante, a quién chucha le gané.

Y entonces pienso en qué estoy haciendo para importarle a alguien, para importarme a mí. Y por ahí que no estoy haciendo nada, o sí lo hago y no me doy cuenta que lo estoy haciendo o debería esforzarme un poco más o para qué esforzarme si el resultado nunca es el que espero o mis espectativas están demasiado altas o es que cuando logro lo que quería me doy cuenta que realmente no lo quería y tengo que empezar todo de nuevo, todo desde abajo, desde ese abajo que es mucho más abajo y ese lugar me lo conozco de memoria porque no podrías imaginarte cuántas noches he pasado sentado en mi cama mirando a la pared.

Y de nuevo a pesar de todo, sé que las cosas van a mejorar porque más en la mierda no se puede estar y porque todas las canciones hablan de mí y en las películas que veo siempre soy el personaje principal o por lo menos ese personaje secundario sin el que la historia no tendría sentido. Podría llegar a ser indispensable. Si todo habla de mí y todos me hablan a mí entonces todos pasaron por mi misma calle, solo espero que muchos de ellos hayan encontrado una salida, yo quiero una salida.

No está ni bien ni mal ser un romántico, como no está ni bien ni mal ser ateo o ser asiático. Hay cosas que simplemente eres o no. Lo malo está en negarlo o peor, intentar ser algo que ni cagando eres.

A veces, cuando ya estuve en el fondo durante mucho tiempo, me armo de valor, me lleno de fuerza y me revelo contra todo, pero sobre todo contra mí. Pateo, empujo, grito y cambio, empiezo a cambiar las cosas que me tienen atrapado ahí abajo, ordeno mi cuarto, reacomodo mis libros, lavo mi carro, me vuelvo el tipo más productivo de la oficina, paso del playlist autodestructivo al de “música para sentirme bien”, le sonrío a la gente en la calle y otra vez siento que estoy a punto de ver cambiar todo, la recompensa está por llegar, pero dura poco tiempo y solo pasa a veces. Loco, solo te pido que no me patees mientras estoy ahí arriba, tengo muy mal equilibrio y la caída es jodida.

Cuando era adolescente disfrutaba el hoyo de mierda este, me sentía un poeta maldito escribiendo en un cuaderno, arrancando y arrugando hojas, publicando en un blog que nadie nunca jamás podría leer, me sentía superior porque los demás solo escuchaban canciones sin contenido social ni letras elaboradas y yo ya veía cine independiente y leía más de tres libros por mes mientras fumaba y seguro las chicas se iban a cagar por mí porque era un tipo mucho más interesante que los demás. La verdad es que era un tipo mucho más tímido que los demás que no sabía bailar y detestaba como hasta ahora estar metido en una discoteca mirándome los zapatos y esperando que termine la noche para salir con mis amigos y fingir que la pasé tan bien como ellos. Entonces volvía a mi casa y volvía a escribir y me convencía que para la próxima iba a tener más suerte.

No me mal interpretes, he tenido y sigo teniendo cierto éxito con las mujeres, a veces me basta con mandar un par de mensajes para terminar bien la noche del viernes y no tengo necesidad de llamarlas al día siguiente. El problema son los domingos, el problema es que tener una lista de mujeres de viernes por la noche no te quita la soledad de los demás días, el problema es que de esas chicas casi nadie habla en las canciones. El problema de tener éxito con todas ellas es que no lo tengo con ella.

No sé si nací con esto o lo desarrollé con el tiempo, me refiero a esto de constantemente meterme cabe, de sabotearme todo el tiempo, de no dejarme llegar a la meta. Una vez leí un artículo que hablaba sobre el miedo al éxito, solo recuerdo el título pero no hay que ser muy inteligente para entender de qué va el concepto. Cuando ya te resignaste y te acostumbraste al promedio, o sea, cuando te diste cuenta que no era necesario obtener logros o ser un tipo que pueda considerarse feliz para seguir viviendo, el éxito te resulta algo irreal, que solo le pasa a algunos pocos que tuvieron más suerte que tu o un invento del cine, entonces cuando estás a punto de lograrlo, de alcanzar un logro aunque sea insignificante, aunque no vaya a ser portada de periódico pero que para ti representa realmente un logro; te preguntas si te lo mereces, si cambiaría algo o finalmente si realmente lo quieres. Inconcientemente yo no lo quiero.

Pero las cosas van a mejorar porque tienen que mejorar. La chica linda que se le promete a todos los adolescentes después de su primera decepción va a llegar sola a subirse a mi auto. La empresa va a empezar a dar frutos porque hasta ahora nadie me cuenta la historia del emprendedor fracasado. Mi viejo finalmente me va a llamar a la sala para tener esa conversación en la que me diga que está orgulloso de mí. Voy a tener el valor de decir las cosas que realmente pienso sin miedo a que los demás se caguen en lo que digo con un par de argumentos. Voy a poder dormir en las noches y despertarme temprano, voy a aprender a tocar un instrumento y tal vez un par de pasos de baile, pero jamás voy a dejar de ser un romántico.

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